El trabajo informativo de los medios de comunicación se resume en tres fases: «elección» de los acontecimientos que serán noticia, «jerarquización» de las noticias según su importancia, «tematización» o conversión de una noticia en tema de debate social. Yo agregaría la impresión del matiz político o la idea que el medio quiere trasmitir, muchas veces relacionado con el financiamiento que recibe.
Los
medios de comunicación son los encargados de informar sobre los hechos que
acontecen a nuestro alrededor. Nuestro conocimiento de la realidad local,
nacional, e internacional depende de su conversión en noticia . Los medios de
comunicación también transmiten ideas. El conocimiento de las diferentes
valoraciones de un acontecimiento y de las distintas propuestas de
interrelación con el mismo depende de su inclusión en la noticia. Ello puede
practicarse a través de los géneros de opinión (que en el caso más extremo
pueden dar lugar al «periodismo ideológico» abiertamente al servicio de ideas e
intereses de ciertos grupos de presión políticos, religiosos, etc.) o mediante
aquellos otros que conjugan narración expositiva y descriptiva con juicios de
valor (conocido como «periodismo de explicación») . De modo indirecto también
se puede observar la presencia de unas evidentes premisas axiológicas en los
procesos de elección/exclusión, tematización y jerarquización de la noticia.
Los medios de comunicación, por consiguiente, permiten la información y la
formación de la opinión pública. Han asumido la función de foros de exposición
y debate de los principales problemas sociales: seleccionan los acontecimientos
que se van a convertir en noticias (fijan qué es conflicto noticiable, cómo y
con qué contenido debe ser presentado) y, a continuación, establecen las
noticias que serán objeto de discusión social. Fomentan este debate a través de
artículos de opinión y editoriales que presentan diversos enfoques y
perspectivas de análisis y solución de un problema . Proponen medidas para
solventarlo con la categoría de expertos . Los medios de comunicación son
auténticos agentes de control social que reconocen y delimitan el «problema
social» 6 al mismo tiempo que generalizan enfoques, perspectivas y actitudes
ante un conflicto. Una de las principales cuestiones que ocupa la actividad
comunicativa de los medios es sin duda el fenómeno criminal. La prensa ha
mantenido e incluso incrementado, sobre todo en sus últimas décadas, el
porcentaje de historias sobre el delito . La radio y la televisión tampoco han
prescindido del crimen como objeto de comunicación: en el ámbito informativo
los «sucesos» delictivos han sido un elemento perenne (que posiblemente ha
alcanzado su cenit con los programas televisivos dedicados en exclusiva a
emitir reportajes sobre delitos ya aclarados u otros pendientes de solución);
en su faceta creativa han reservado siempre un espacio a la violencia y al
género criminal (ya fueran historias ficticias o reales) .
La violencia, privada o estatal, siempre ha creado fascinación en el auditorio. En las plazas la muchedumbre se agolpaba atraída y repugnada por el espectáculo del suplicio. Se reunía para disfrutar de la fiesta punitiva. A finales del s. XVIII y primeros del XIX comienza a perderse el contacto directo con «el espectáculo punitivo» que, empero, no desaparece: la plaza pública en las sociedades modernas son los medios de masas.
Esta
concentración de los medios en el fenómeno criminal puede tener un efecto
positivo: la visión de ciertos hechos delictivos permite advertir que existe un
«problema social» y dentro de qué límites. Así mismo, es capaz de provocar y
dirigir un debate público en el que se enfrenten los distintos planteamientos
sobre las causas y las medidas de acción que han sido presentados como
existentes por los medios. No obstante, tras esta imagen ideal se esconde una
realidad más negativa: el protagonismo mediático de este asunto (que sobre todo
garantiza la atención de la audiencia) se plasma en una información que, tanto
respecto al fenómeno criminal como sobre las propuestas de solución, es
inexacta, poco plural y adulterada por los intereses particulares de los medios
y de aquellos que los controlan. (1) Los medios de comunicación presentan una
realidad criminal distorsionada. Se sobredimensiona la gravedad y la frecuencia
de ciertos acontecimientos al tiempo que otros hechos delictivos cotidianos son
condenados al ámbito de lo excepcional. No se limitan a reconocer y presentar
el «problema social», sino que realmente construyen y comunican una imagen
virtual que no coincide con la real. De este modo contribuyen a la aparición y
al refuerzo de errores cognitivos en el auditorio (p.e. respecto a la
probabilidad de ser víctima del delito). (2) La constante aparición del
fenómeno criminal en los medios, así como la insistencia en sus manifestaciones
más violentas, favorecen igualmente la consolidación de esta cuestión en la
agenda pública, así como la formación o el refuerzo de una conciencia social y
personal de preocupación en torno al delito. Sin embargo, la evolución real de
la criminalidad revela que no hay motivo suficiente para semejante atención
mediática, ni para que haya un incremento de la preocupación social e
individual. Además, la constante atención otorgada al delito nos distrae de
otros problemas sociales cuyo debate queda relegado a un segundo plano. (3) Los
medios de comunicación no son plurales en lo relativo a la definición del
conflicto social y a la presentación de propuestas de intervención: reproducen
las imperfecciones del mercado y, así, dan preferencia a las perspectivas de la
criminalidad y de la política criminal de los actores que disponen de mayor
poder socio-económico e institucional. De este modo los mas media sustraen
otras visiones de la realidad criminal del debate público. Las soluciones
finales adoptadas presentan por ello un déficit de legitimidad democrática. (4)
La constante transmisión de una realidad criminal distorsionada (según los
intereses de los medios y de los grupos que consiguen acceder a ellos), como la
conversión en noticia de la preocupación individual y social al respecto,
influyen en la política legislativa; son factores de presión sobre los agentes
políticos, que se ven obligados a reaccionar de forma inmediata y contundente
con una ley penal. Y así manifiestan su intención de no hacer concesiones, su
capacidad de actuación, su celeridad a la hora de enfrentarse a los problemas.
Todas ellas son virtudes que tienen un alto valor electoral. Ahora bien, se
debe tener en cuenta, por un lado, el carácter populista y simbólico de esta
legislación. Por otro, que las instituciones políticas intervienen en esa
comunicación distorsionada del fenómeno criminal: crean una imagen que evita
discusiones sobre problemas estructurales de difícil solución, crean una imagen
que se puede esgrimir en los medios contra el contendiente político.
Todo lo anteriormente expuesto intentamos trasmitirlo con la mayor
objetividad posible. Pero en lo que respecta a la criminalización secundaria
(que implica afectar al que encuadro en el tipo su acción) no es realizada
exclusivamente por los tribunales; sino que la sociedad por medio de su opinión
impone presión sobre el que juzga. Todo esto basado en general en nociones que
nada tienen que ver con el derecho y que la gente cree porque pocas personas
son capaces de leer u observar una multiplicidad de medios. Los tribunales
claramente también participan en este proceso cuando se oraliza un juicio y se
trasmite por televisión. Donde nada mas se muestra la acusación y los alegatos
finales , o ni siquiera estos, sino que se muestra el veredicto y/o la
sentencia final. Pasando totalmente por alto la parte donde se valora la prueba
que es una de las partes mas importantes del juicio.
Fuente: LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y EL DERECHO PENAL Juan L. Fuentes Osorio
Gracias! Llegaron al final
Darío Villella, Rocío Burgos, Matías Ascolano
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario será publicado después de que se apruebe. No nos mandes más de una vez el mismo comentario.