Las
escenas bajo estudio cristalizan el carácter inquisitivo de la indagación
realizada en contra del Padre Flynn, denotando la violación de múltiples
garantías procesales: imaginamos un juicio ordinario en el sistema penal actual
y concluimos que en cada juez descansa una hermana Aloysius.
Es
que el vicio más grave del sistema penal es su esquema de investigación
judicial: el “hecho-prueba-sentencia” nunca pudo imponerse al “hecho-sentencia-prueba”:
las razones son diversas e intrínsecamente relacionadas con la función
del sistema penal y sus agencias jurídicas. Una de dichas razones se exterioriza
en la legitimación social que estas requieren, por lo cual, bajo la promesa de
orden social, inician una selección de conflictos e individuos, asignándoles
características estigmatizantes, configurando una “otredad” peligrosa para la comunidad.
Así
nace la criminalización selectiva, que mediante
su funcionamiento permite justificar la existencia del monopolio del poder
punitivo estatal, postulando como únicos
autores delictivos a quienes encuadren en sus categorías arbitrarias y
clasistas.
El
sistema se activa para penar y justificar su existencia, buscando ilimitadamente
elementos para “fundar” la sentencia que ya comienza a redactar el juez de
instrucción en la indagatoria (“pobre del
que se niegue a declarar, esta renuncia es su confesión”), y que los jueces orales ya tienen definida
antes del debate, desnudando su incapacidad operativa. Esta
lógica expulsa a la víctima del proceso (¿A
quien le importa Donald Miller?), no sea cosa que ésta sienta la
inexistencia de agravios.
Es que en “la reconstrucción de la verdad histórica”,
la verdad es lo que menos importa.
Algañaraz, Diego.
Fernández, Walter.
Roldán. Maria Florencia,
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